Clitemnestra

    Parece curioso ahora que lo pienso, pero si no fuera por las cafeterías, habría muchos proyectos que no hubieran salido adelante. Hola cafeteros, ¿cómo va el encierro? Espero que lo estéis llevando lo mejor posible.
    Hoy es un día que me trae muy buenos recuerdos, pues un 17 de abril de 2015 se estrenó sobre tableros de aglomerado sostenidos por cajas de cerveza y telas de raso rojo de rastrillo la agrupación teatral La Bohemia, en la cafetería de un buen amigo. Dicho grupo de teatro ha sido mi oportunidad de experimentación teatral y dramatúrgica durante todos estos años, donde he podido crecer como artista, escritor y persona. 
    Tengo muy buenos recuerdos de aquella noche, con los nervios, las prisas, la sala abarrotada, las cervezas, el ruido del bar, el maquillaje... Una noche que acompañaría a otras tantas en la misma cafetería, en el Teatro, en la calle. 
    De este última, de la Plaza Vieja del pueblo, rescato este fragmento, el monólogo de la reina Clitemnestra, de la obra Electra. Cantes de la Ira., dramaturgia sobre la Electra de Sófocles y el mito, mezclada con palos flamencos. 
    Para situarnos, estamos en el momento en que Clitemnestra sale a las puertas de su palacio para recriminarle a su hija Electra su actitud para con ella. Minutos después, será asesinada por su hijo Orestes. 
    Gracias por compartir este día conmigo, ¡qué lo disfrutéis cafeteros! 


Clitemnestra, interpretada por María Illán. 
Foto de José Ortuño.

CLITEMNESTRA-.
No se pone el sol sin que salgas a esta puerta a
escupir sobre el nombre de tu madre. Tú, que velo de
luto vistes y lágrimas negras infectan esta puerta,
por un hombre que merecía para ti el nombre de padre.
Harta me tienen tus gritos, harta estoy de tu vileza,
harta estoy de tu profunda pena, harta estoy del
suelo por el que te arrastras, harta tengo la
existencia de verte cada día hija deseando mi muerte.
Sí, yo lo hice. No necesitas, sin embargo, que te lo
aclare. Pero, ¿sabes hija por qué no me lamento?
Porque el poder de la sangre de tu padre baña las
manos de mi placer y mi deleite. Porque cuando se
atrevió a matar a mi hija me juré que esa sangre
sería pagada. Yo, que soy dueña de ti, no me
arrepiento de haber liberado mis venas de ese
monstruo por el que tanto lloras. ¿Padre? Más bien
tirano. No vengas con palabras dulces a convencerme
de mentiras de hojalata. Acero es lo único que se
merece tu cuello.


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